Al lado de un coloso tecnológico de la edad del Titanic una antigua canoa se ve modernísima, ¡tal es su perdurable tecnología!
Antonio Jaramillo Arango
Laboratorio de Arqueología Marítima. História, Territórios e Comunidades, Centro de Ecología Funcional (CFE), Universidad de Coimbra, Portugal | GEOPAM
Fotografía del autor
Las canoas son objetos que despiertan en mí una verdadera fascinación. Ver a uno o dos tripulantes desplazarse en una de ellas eficientemente a través de un río, una ciénaga o el mar siempre me provoca sincera admiración por el ingenio y la experticia que se requieren para construir y dirigir una de estas embarcaciones. Escogí el lugar en donde vivo con la ilusión de ver desde mi ventana las canoas pesqueras que cotidianamente navegan en la desembocadura del río Magdalena en Colombia.
Como tantas palabras en la historia de América Latina, canoa es un término que encubre una realidad múltiple y diversa. Se tiene la falsa, pero difundida impresión de que las canoas son embarcaciones sencillas, una terca reminiscencia del pasado que sobrevive en el presente, pero que está condenada a la desaparición total por el inevitable avance de la tecnología naval. Nada más lejos de la realidad.
Las canoas son artilugios náuticos diversos y complejos. Las hay pequeñas, de 3 metros de eslora (es decir, de “largo”) hasta unas realmente impresionantes que cubren incluso 20 metros, unas dimensiones parecidas a las de las naves que usó Colón para atravesar el Atlántico en 1492. Algunas canoas son hechas de manera monóxila, esto es, cavadas a partir de un solo tronco gigantesco. Hay otras realizadas por partes que, dependiendo de la sección que primero se construye, dictan su forma; éstas son conocidas como embarcaciones de “fondo previo”, de “casco previo” o de “esqueleto previo”. Así, hay canoas de todas las familias constructivas conocidas para naves de madera.
En el siglo XVI, los ibéricos llegados a América pensaron que las canoas, atrasadas tecnológicamente según su perspectiva, desaparecerían, pues serían reemplazadas por naves ligeras de origen europeo, como los bergantines o los paquebotes. En el siglo XIX, los heraldos del progreso científico y técnico introdujeron embarcaciones movidas a vapor, pensando que serían el futuro de la navegación fluvial. Sin embargo, carabelas, paquebotes y barcos de vapor son ahora reliquias de museos y de libros de historia. Las canoas, en cambio, navegan en prácticamente todos los cuerpos de agua de América Latina, han demostrado pertenecer a tradiciones náuticas dinámicas y vivas y, sobre todo, evidencian que están muy bien acondicionadas a sus entornos náuticos y sociales.
¡Qué diferente sería la historia de América Latina si la entendiéramos desde las canoas! La supuesta “conquista” no significó un cambio tecnológico radical, ni en la construcción ni en la navegación practicada con estas embarcaciones. En contravía de las narraciones históricas que consideran que la llegada de un puñado de hombres europeos cambió totalmente y para siempre el destino de todos los habitantes del continente, la presencia de canoas demuestra que estas transformaciones no se dieron en todos los aspectos de la vida social. Es más, fueron los europeos quienes tuvieron que adaptarse a la navegación canoera, y ser los pacientes pasajeros en embarcaciones que no entendían ni comandaban. Gracias a las canoas se abastecían los puertos, se transportaban las personas, desembarcaban las tripulaciones de los viajes transatlánticos, se pescaba el alimento necesario y un larguísimo etcétera que hace impensable la vida en América Latina sin ellas. Incluso hoy, las canoas juegan un papel fundamental en la vida de millones de latinoamericanos.
Además de artilugios náuticos fascinantes, las canoas son documentos históricos excepcionales. Testimonios materiales que nos hablan de tradiciones náuticas profundas, prácticas disidentes, entornos anfibios y sociedades creativas. Tener el privilegio de ver desde mi ventana las canoas del Magdalena es un recordatorio constante de que el río es un archivo y que desde allí se puede pensar la historia de América Latina desde otros paradigmas.
Sobre el autor
Soy historiador de la Universidad de los Andes de Bogotá y maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. He estudiado las tecnologías náuticas locales en América Latina y la forma en la que estas permitieron que la región se conectara con el mundo a partir del siglo XVI. Soy un ferviente admirador de las canoas y las balsas y, en general, de todas las embarcaciones menores que dependen de la experticia del piloto para tripularse. Cada vez que puedo estoy en el agua, ya sea navegando o nadando. Es una suerte poder combinar mis intereses académicos con mi gusto por lo acuático.
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