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CALENDARIO HERBAL DE MALEZAS

  • Foto del escritor: geopam
    geopam
  • 1 jul
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 17 jul

Acanto (Acanthus mollis)

Ilustración de ©Sofía Carrère (IG: @chonflers).

Elaboración con gouache a partir de fotografías botánicas.


Es una hierba gigante y sus hojas parecen alas de ángel. Su follaje de color verde oscuro es brillante y cada hoja puede medir hasta 70 centímetros.  Son de textura suave y se doblan con mucha gracia bajo su propio peso. Sus flores blancas, rodeadas de una bráctea que puede ser verde o púrpura, se agrupan formando una larga espiga. Estas espigas pueden llegar hasta los dos metros de altura; son tan grandes que cuesta creer que son una hierba.


El acanto se cultiva prácticamente en todo el mundo como planta ornamental, pero desde la antigüedad fue muy apreciado por sus cualidades terapéuticas. Se trata de un antiinflamatorio y emoliente, por lo que se pueden usar sus hojas machacadas como cataplasma en heridas, picaduras y quemaduras, o una infusión de sus hojas como antidiarreico. Es originaria de Asia y África pero se ha desplazado por todo el mundo. Hoy en día está completamente asilvestrada en la zona del Mediterráneo, especialmente en Portugal y Croacia, donde es muy abundante. También se encuentra en África occidental y Asia Menor, gracias a sus desplazamientos, que así mismo la llevaron a Latinoamérica.


La palabra “acanto viene del griego àkantha, que significa espina, aludiendo a las que protegen sus flores, mientras que el término mollis significa suave, pues dichas espinas son blandas. Con semejantes cualidades, no es extraño que además sus hojas sean famosas en el ámbito visual, particularmente en la arquitectura: muchas columnas griegas la representan de forma ornamental, costumbre que también inspiró al modernismo catalán.


El fervor popular otorga al acanto un poder mágico: gracias a las hojas espinosas presentes en la vara floral, se cree que impide el paso de los espíritus malignos. Por ello es recomendable plantarlo en las entradas de las casas o en el antejardín. También se ha enraizado en la literatura. Así, por ejemplo, la pluma de Rubén Darío acudió a esta planta en su “Responso a Verlaine”, en el que las portadoras de flores, con sus cestas sobre la cabeza, tributan la tumba de su admirado poeta:


“Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,

que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto

sino rocío, vino, miel.


En rigor, el acanto no es comestible, sin embargo, en el fondo redondo de cada flor se encuentra una gotita de néctar dulce, que puede chuparse sacando las flores con cuidado de no pincharse.  Este regalo callejero nos hace sentirnos como picaflores. ¿Lo han hecho? A nosotras nos trae recuerdos de infancia y de barrio. A pesar de no tener más usos culinarios, los invitamos a deleitarse con su néctar para endulzar todos sus paseos: las flores se encuentran en altura por lo que no hay que preocuparse de posibles contaminantes, eso sí, es posible encontrarse con hormigas y abejas disfrutando este snack de la naturaleza.


Los acantos se encuentran fácilmente en la ciudad, en parques y jardines. Se puede hacer infusión de la hoja en cualquier momento de su desarrollo. Las flores aparecen al final de la primavera y durante el inicio del verano y van madurando de a poco desde abajo hacia arriba en la espiga, por lo que la cosecha de gotitas de néctar puede durar varias semanas. Recuerden compartir con los bichitos y colibríes.


Sugerencias: Todo lo que hay que hacer para preparar una infusión de acanto y aprovechar sus propiedades beneficiosas es poner las hojas y las raíces de la planta en una taza, agregar agua caliente y dejar reposar. Esta infusión sirve, entre otras, para limpiar las heridas. La proporción es de aproximadamente 1 gr de raíces y hojas secas por taza de agua. Para la decocción se hierven 100 ml de agua con 10 gr de hojas.


Una vez filtrado, el líquido resultante se usa también para hacer enjuagues cuando hay inflamación de garganta. El jugo de la planta se utiliza a su vez para aliviar las quemaduras y las picaduras de insectos, y para tratar herpes y contusiones debidas a caídas, impactos o golpes leves.


También, como son tan bellas, puedes secar las espigas con flores colgándolas hacia abajo, y ponerlas en tus arreglos con otras flores secas o mezclar con ramas frescas, duran muchísimo.


Acerca de las jardineras


Este calendario herbal trepa las paredes, surge por las grietas y salpica las páginas de Canoa gracias a la colaboración que ideamos con Sofía Carrère y María José Riveros, editoras -o quizá más bien custodias- de la obra Advenas, hierbas migrantes (2022).


Sofía Carrère Riveros, invierno 1995

Escritora e investigadora. Licenciada en letras, también es máster en Creación Literaria y máster en Investigación en Arte y Diseño. Ha trabajado en proyectos de cultura y como profesora de idiomas. Su primera novela, Un cielo de juguete (2021), fue publicada por la editorial Zaíno en Colombia. Recientemente colaboró con uno de los relatos del proyecto antología Para quedarme aquí (2024) de la editorial Graviola. Actualmente vive en Barcelona con su gata Taiga. svcarrere@gmail.com


María José Riveros Valle, verano 1972

Gestora cultural y docente vagabunda. Sus dos hijos la ayudan a tener los pies en la tierra. Fascinada con la teoría del arte y las divagaciones sobre la belleza, eso mismo enseña a sus alumnos, y a veces los lleva al cerro a investigar qué pueden aprender ahí. Ha trabajado en museos y centros culturales, como curadora, crítica gastronómica, columnista e investigadora. @mjoseriverosva 



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