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UNA MESA DE LUZ POBLADA DE GENEROSIDAD, AMISTAD Y DE UNA VENGANZA POÉTICA

Vanina Teglia, investigadora de GEOPAM, comparte algunas cosas con las que ilumina la oscuridad de la noche.


Vanina Teglia

Universidad de Buenos Aires y CONICET, Argentina | GEOPAM

La mesa de luz de Vanina y un libro de Olga Orozco ilustrado por Gabriel Martino. Fotos de la autora


Tengo más de cuarenta libros comenzados en mi mesita de luz. Afortunadamente, la mayoría son de poesía y esto me deja sin culpa por leerlos así, de forma interrumpida y saltando de uno en otro sin concluir ninguno o finalizando varios al mismo tiempo. Distinto es con las novelas, con las que me siento obligada a terminar de leer en un tiempo prudente, no más de un par de meses.


Compré muchos libros que están ahora en mi mesa, pero varios de ellos me fueron regalados por sus propios autores, como El zorro y la luna, El vaivén fluctuante del verso, y Uñas y dientes de los poetas peruanos José Antonio Mazzotti, Paolo de Lima y Raúl Bueno. También, tengo, en esta mesita, Justo vienen a mí, del poeta argentino Eduardo Pocztaruk. Una joven poeta cubana, Katherine Bisquet, me regaló su Algo aquí se descompone, porque, en un recital de poesía en La Habana, le dije que me habían gustado sus poemas sobre un reactor nuclear nunca terminado de construir en su país. La familia de la poeta argentina Olga Orozco me regaló la única novela que ella escribió: La oscuridad es otro sol y, también, en dos ocasiones, su Poesía completa. Como me los obsequiaron con generosidad y entusiasmo, la segunda vez, no me animé a decirles que ellxs mismxs ya me habían dado un ejemplar hacía un tiempo y que, además, años atrás, yo ya me lo había comprado. Tampoco les confesé que ha sido uno de mis poemarios favoritos desde que lo leí. Una amiga me regaló, luego, los Cantos a Berenice (Poemas a la gata), también de Orozco e ilustrados bellísimamente por Martino. Otra, No es un río, novela de la argentina Selva Almada.


Una amiga diferente me prestó (y todavía no devolví) Verbos predadores de la poeta venezolana Jacqueline Goldberg, a quien conocí en un recital de poesía en Buenos Aires y me encantaron su visión del mundo y el fraseo. En la biblioteca Huntington (San Marino, California), regalaban diversos ejemplares que no querían conservar, porque eran ajenos a su acervo. Entre ellos, New Prospects Poetry. Vote for the Poets of the Nineties, que me traje finalmente en una valija repleta de libros. En otra ocasión, ayudé con la mudanza a una amiga que se encontraba en una situación complicada: el propietario del departamento la había maltratado y echado del lugar que alquilaba. Ese día, antes de salir, nos vengamos llevándonos de su biblioteca el tomo de Poesía argentina contemporánea (1987). Estaba intacto, sin marcas de lectura ni nada parecido.


De los que me compré, los de precio rebajado son: una selección de poemas de Federico García Lorca escritos en Nueva York, Trilce de César Vallejo, dos poemarios de Susana Thénon y la poesía lírica de Vladímir Maiakovski. Probablemente, nunca retire estos acompañantes de mi mesa de luz, por la ternura, angustia o sorpresa que despiertan algunos, y por su dificultad para la lectura, otros, lo que me obliga a abordarlos de tanto en tanto.


También, hay objetos en mi mesa de luz: el señalador imantado con la imagen de Fernando Pessoa que me regaló una amiga, el anotador que regalaban en la última Noche de los Museos de Buenos Aires, unos libros pequeñísimos de 7,50 cm de altura que da, como souvenir, la Casa de Poesía José Asunción Silva de Bogotá, y un par de cuentos en papel suelto que entrega una máquina de short stories de la biblioteca pública de Los Angeles. Siempre “emanando” un cuento breve diferente, la máquina imprimió, para mí, “Anja” de Aliénor Oval y “Rohim Dreamed of Going to America” de James Anthony. Luego de estos dos, no quise continuar abusando de ella. Por último, tengo una tarjeta –impresa en el momento– que regalaba la Prensa La Libertad en la FED 21 (Feria de Editores) y que dice: “Si leés, hay un libro para vos”.


En esta misma feria (a cielo abierto por la pandemia de COVID-19 en su edición 2021), compré el libro Nadadora de Marta Miranda, editado por Bajo la Luna. Me llamaron la atención estos versos:


Todo es distinto

bajo la superficie:

[…]

Imágenes de un mundo

todavía sin formarse.




Sobre la autora

Soy profesora en la Universidad de Buenos Aires de literatura latinoamericana e investigadora en CONICET. Me encanta leer y analizar relatos de viajeros a América de la época de las colonias iberoamericanas, así como visitar bibliotecas y archivos. El edificio de la Biblioteca Nacional de Argentina sigue siendo mi preferido. En mis tiempos libres, soy lectora de poesía, compañera de animales y probadora de lo que cocinan otrxs. Me encuentras en vaninateglia@filo.uba.ar, @m_teglia (Twitter), o en Facebook.








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